No es común (o al menos no de
todos los días), contar historias que hay detrás de un gran personaje, y más
aún, si hablamos del mejor voleibolista de Colombia y uno de los mejores del
mundo. Fue una fortuna conocer a Líberman Agámez y escuchar anécdotas contadas
por él mismo, en medio de una tarde cálida en las instalaciones de la
Universidad Autónoma de Occidente.
Después de 30 años
y con sus 2,08 metros de estatura y 95 kilos de peso, Líberman Agámez es el
King Kong del voleibol colombiano. Nació el 15 de febrero de 1985, es un
urabaense que creció en el barrio obrero de Apartadó y es una brillante figura
del voleibol. Agámez es el mejor voleibolista de Colombia y ha logrado grandes
triunfos, entre ellos el record mundial de puntos anotados en un partido con 55
tantos, que obtuvo cuando jugaba en Grecia y que mantuvo durante 7 años.
Aunque muchas
personas en su momento no confiaron en él, este colombiano poco a poco fue
deslumbrando a las personas con su talento, y a pesar de que estaba algo lejos
de Colombia, se fue convirtiendo en uno de los mejores jugadores de voleibol
del mundo. En una de sus visitas a Colombia (que son pocas ahora) y en medio de
una concentración para uno de los torneos más grandes de voleibol, Líberman, su
curioso nombre por ser un hombre libre, (o así lo consideró su padre) habló
para El Giro.
¿Por qué le dicen a Líberman Agámez “King Kong”?
Todo se dio por un
rival, un central de uno de los mejores equipos de Korea, que siempre que
bloqueaba a alguien, se pegaba en el pecho y empezaba a celebrar. Para mí esas
cosas son de grandeza y a mí no me gusta eso, por eso empecé a molestarlo y a
hacer exactamente lo mismo. Nunca me imaginé que me llegaran a decir así.
¿Es Líberman Agámez todo un “King Kong” dentro de la
cancha?
Me gusta jugar
fuerte. No me gusta perder. Soy una persona que quiero ganar siempre, nunca me
ha gustado el segundo lugar. Si alguna vez noto que una persona es mejor que
yo, siempre me propongo: yo quiero ser mejor que él. Y de esta manera he
logrado mis triunfos.
¿Trayectoria en el voleibol, su carrera deportiva,
cómo ha sido?
Fue muy difícil
porque salí a los 17 años de Colombia, estuve en Grecia por primera vez, no
tenía a mi familia, estaba solo. Yo soy muy apegado a la familia, porque cada
vez que termina el torneo me quiero ir rápido a ver a mi mamá, a mis hermanos,
a mi papá; pero hasta ahora he luchado con eso, esto es lo que me está dando
trabajo, me está dando de comer a mí, a mi familia y a mucha gente que ayudo.
¿Cómo fueron sus primeros años en Grecia, país donde
nace el voleibol?
El entrenador en
mi primer equipo era muy estricto y yo le tenía mucho miedo, tenía tan solo 17
años y era mi primera vez allá. Luego conseguí contrato con el Panathinaikos,
el mejor equipo de Grecia, y empecé a ver de verdad qué era el voleibol, los
fanáticos eran impresionantes, nunca dejaban solo al equipo y por esa gente fue
que yo dije: tengo que jugar bien voleibol. Yo no juego por ser el mejor del
mundo, nunca lo he pensado así, yo lo hago es para darle la alegría a los
fanáticos, porque si uno gana, ellos ganan.
Líberman no solo ha jugado en el voleibol
colombiano, sino también en el Europeo y Asiático, ¿Cómo son estas ligas, qué
diferencias hay?
En Europa las
ligas son difíciles, se encuentran jugadores muy buenos, brasileros, italianos,
rusos, poloneses…. Y en Corea es un extranjero por cada equipo, pero los
equipos también son muy buenos. Ha sido una trayectoria que le da mucha
experiencia a uno y que te hace seguir adelante.
¿Qué eso que diferencia a Líberman Agámez de otros
jugadores?
Lo único que tengo
para decir, es que yo no me olvidó de donde salí. Yo salí de una familia muy
pobre, un barrio que fue muy azotado por la violencia. Por eso, Líberman Agámez
es un joven muy humilde, prevalece mucho esta característica, la humildad.
Dentro de la cancha, soy muy loco, me gusta estar peleando con todo el mundo y
estar fuerte, pero fuera de la cancha sí soy muy tranquilo, me gusta molestar,
darle consejos a los muchachos, a los que apenas están empezando. Ese es
Líberman Agámez, muchas sonrisas.
¿Cómo fue esa experiencia de Record Mundial de
puntos anotados en un partido (55)?
Lesiones. Al otro
día no me podía parar. Estábamos jugando contra uno de los mejores equipos,
Patras, y pues la emoción, ese estadio lleno, estaba jugando contra uno de los
mejores opuestos de la selección Griega y pues él metía puntos, yo metía
puntos, y toda la emoción que tenía. Ese era mi reto, si él era mejor que yo,
yo tenía que ser mejor que él. Al fin y al cabo, de él aprendí cosas y ahora
las hago.
¿A qué se ha debido que no has tenido un proceso
consolidado con las selecciones Colombia?
No quisiera hablar
de eso. Pero hubo cosas que surgieron en ese momento, era otra organización,
otra federación, otros jugadores y en realidad no fue porque yo no quería jugar
con la selección, cualquier jugador se sentiría orgulloso de que lo convocaran
a una. Pero desafortunadamente cuando me llamaban yo estaba lesionado de la
espalda, y en esos momentos tampoco quería estar en la selección hasta que no
cambiaran muchas cosas de la federación y hasta que no cambiaran yo no quería
volver.
2,08 metros de altura. Característica poco común en
los colombianos. ¿Ha tenido experiencias referentes?
No me arrepiento,
muy contento de mi estatura, Dios me regaló esto y lo supe aprovechar. Pero si
me he golpeado muchas veces al subirme a los buses, a la Ermita, por ejemplo. Yo
estudiaba en el INEM y me tocaba montarme agachado. Sin embargo, me encanta
montarme a los buses y no tengo problema por eso.


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